Description:
Before the XIX century, nobody dare to construct a bridge on Guadalquivir river, from Córdoba to Sanlucar. It was, really, a great venture. In Sevilla, one of the most flourishing towns by the time in Spain, this problem was solved with a boat's bridge. That means that the technicians did not trust in the river bed. But, thanks to the fact of Sevilla’s prosperity and of the new technologies and new materials, they decided, finally, to undertake the work. The industrial use of the iron concerning communications and the success of the first suspension bridges -with span alike or higher to those herewith stated-, encouraged the technicians to jump over the one hundred and fifty meters between Sevilla and Triana . The choice of the suspension bridge was taken because it was useful to introduce other options, like this of the masonry, with Silvestre Pérez not used from the XV century, and this of iron (arcs or beams). But, no one of them solved the bed problems.<br><br>La labor de construir un puente sobre el Guadalquivir no debía de ser empresa fácil si consideramos que desde Córdoba a Sanlúcar nadie se atreviera a emprenderla hasta mediado el siglo XIX. Que en la Sevilla de la Casa de Contratación, una de las ciudades más prósperas de la época moderna, este salto estuviera resuelto con un puente de barcas, explica, sin necesidad de otra justificación, lo insensato que le debía parecer a los expertos de la zona el fiarse del lecho del río. Esa misma prosperidad hizo que, gracias a nuevas técnicas y nuevos materiales, se retomara la intención de emprender la obra. El uso industrial del hierro, su aplicación a las comunicaciones y el éxito de los primeros puentes suspendidos -con luces iguales y superiores a la que aquí se plantea-, anima a resolver el salto de ciento cincuenta metros que, hablando en términos de distancia, separan a Sevilla de Triana. La opción de un puente colgante prospera porque salva limpiamente los problemas conocidos aunque también sirve, como es frecuente, para que entren en juego, a su rebufo, las otras alternativas disponibles. Las de fábrica, que no habían cuajado desde el XV, resurgen de la mano, como no, de Silvestre Pérez y, las de hierro (arcos o vigas), entraban en la liza, aunque ni unas ni otras resolvían el problema del suelo.