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A pesar de lo mucho que se ha hablado en los últimos años de la inminente muerte del Psicoanálisis, a pesar de su supuesta agonía, compartida con otras ciencias quizás menos polémicas y hasta aún tal vez menos criticadas y sin dudas menos "revolucionarias" (Antropología, Historia), ese tiempo parece no haber llegado aún.En estos tiempos de "psicologización" de todas las dimensiones sociales convergentes y hasta cierto punto antagónicos con la desesperada y reductora búsqueda biológica de la erradicación del padecer, se podrá estar o no de acuerdo con los aportes de Freud, pero lo que no se puede negar es la marca que ha dejado en relación a las concepciones sobre el hombre.La visión del hombre desde la ciencia y desde el hombre mismo; el habitante común de las urbes de este siglo; dejó de ser la misma a partir de la creación del Psicoanálisis. Reposicionando a Copérnico y Darwin en la historia, Freud (1916) se autoproclamó como aquel parricida que infligiera la tercera herida narcisista a la humanidad, que alejaba cada vez más al hombre del centro de la creación. Los avances tecnológicos nos ponen frente a una posible cuarta herida, aquella anunciada , una vez más primero, por la ciencia ficcion, la de la posibilidad de una continuidad entre la máquina y el hombre.