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La demografía estudia los comportamientos y las relaciones entre las personas sólo por sus resultados en el balance general de eso que se conoce como “la población”. Sus objetivos y métodos son por tanto más limitados y concretos que los de otras ciencias sociales.
Pese a todo, los nacimientos, la duración de la vida, la muerte, la migración, los emparejamientos, la procreación y las relaciones entre edades y generaciones, son probablemente el núcleo básico del comportamiento social, y son, todos ellos, relevantes e inteligibles para cualquiera (dicho sea de paso, son estudiados respecto a toda la población; la demografía, en ese sentido resulta “igualitaria” a priori).
Sin embargo, la limitación temática de la demografía la ha conducido casi siempre a una perspectiva “gestora de stocks”, casi “ganadera”. La fecundidad ha sido históricamente el tema protagonista y los mayores, ya infecundos, parecían salirse del objetivo de la disciplina.
Era un error, incluso técnico y metodológico. La reproducción no es sólo cuestión de nacimientos, sino que depende tanto o más de cuánto tiempo viven los que nacen, y de qué hacen los que ya nacieron y hoy son adultos con los que acaban de llegar. Los abuelos, como espero argumentar, también cuentan, incluso para la demografía.
Voy a sostener que, contra todos los tópicos acerca de un pasado tradicional supuestamente glorioso en la vida familiar, la posibilidad de que la mayor parte de los recién nacidos venga al mundo teniendo abuelos y abuelas, y pueda “beneficiarse” de ello, es una novedad histórica en España. Esta afirmación tiene dos expresiones cualitativamente diferentes:
- en nuestro país nunca se había dado una coyuntura demográfica más favorable a la extensión y calidad de las relaciones entre nietos y abuelos, y ello no es resultado de una evolución gradual sino de una transición cualitativa de gran calado en las dinámicas poblacionales.
- nunca como hoy han recibido los españoles recursos y atenciones por parte de sus mayores.
No haré, por tanto, una presentación acerca de cómo los mayores y muy mayores incrementan la dependencia y sobrecargan así con responsabilidades y gastos al resto de la población. Por mucho que ese sea el discurso canónico, hace tiempo que sostengo otro parecer. Agradezco a la FAD la oportunidad de argumentar una vez más que el envejecimiento demográfico no es la catástrofe que se pretende, a la vez que de rendir homenaje a unas generaciones, las que actualmente están teniendo sus primeros nietos, dignas de reconocimiento colectivo. |
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