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El objetivo de este trabajo es describir la naturaleza del fonosimbolismo, esto
es, analizar si es una propiedad natural e intrínseca de los fonemas o una
convención cultural. Para ello, hemos analizado una muestra de palabras
pertenecientes al área léxica del cuerpo, puesto que se trata de un campo
semántico muy representativo, dado su carácter tanto biológico como cultural. El
fonosimbolismo u onomatopeya secundaria o expresiva es una capacidad de «los
sonidos [para evocar] no una categoría acústica, sino un movimiento (wrigle
'rebullir'), o alguna cualidad física o moral, usualmente desfavorable (grumpy
'gruñón')». Así pues, no se trata de reproducir un sonido real, sino sugerir,
mediante la fonética de la palabra, una idea, una sensación o una acción. F. Lázaro
Carreter denomina a este tipo de vocablos voces de creación expresiva o palabras
fonosimbólicas, definiéndolas como «aquellas creaciones elementales del idioma que
no imitan un sonido real, pero sí sugieren directamente una idea por el valor
psicológico de las vocales o consonantes». Mientras que en la onomatopeya
primaria se asocia un significante a un concepto sonoro –pues fonema y referente
comparten la misma naturaleza acústica–, en el fonosimbolismo se pretende
vincular directamente un fonema o conjunto de fonemas a una noción no sonora, lo cual representa una enorme dificultad, dada la distinta naturaleza de los dos
componentes. En muchos casos, los conceptos evocados por las voces
fonosimbólicas son ideas altamente abstractas, inmateriales y no perceptibles no ya
por el oído, sino por ninguno de los sentidos, lo que no permitiría ni el recurso a la
sinestesia para explicar racionalmente el fenómeno. |
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