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Cualquiera que sean nuestros imperativos éticos y opciones morales, está claro que los grandes simios merecen un trato singular, incluyendo leyes que prohíban su caza o uso como animal experimental, o regulando las condiciones de su confinamiento, incluso procurando su libertad en alguno de los santuarios ya existentes o por crear. Mucho de esto ya se está promoviendo por la ONU y ciertas naciones. Sin embargo, la rimbombante declaración de derechos de los grandes simios, encaminada a lograr estos mismos objetivos, adolece de unos fundamentos que no se compadecen con la situación "especial" de los humanos en la naturaleza e historia de nuestro planeta. No inventemos planetas nuevos cuando aún queda tanto por hacer en éste.