Agradezco a Carlos Martínez por su invitación y su estímulo para la redacción de este documento y a todos los que han contribuido con su esfuerzo y dedicación a su
escritura y publicación. Mi reconocimiento especial a los co-autores que no son
miembros del CSIC por su disponibilidad y sus importantes aportaciones, así como
al personal de la Estación Biológica de Doñana por las fotografías que han
contribuido a la ilustración de esta obra.
En el Consejo Superior de Investigaciones Científicas tenemos un obvio compromiso
profesional con la producción de conocimientos científicos, pero también tenemos
un compromiso social con nuestros conciudadanos, a quienes tenemos la obligación
de ofrecer informaciones contrastadas, que les permitan disipar dudas y tomar
decisiones mejor informadas. No se trata sólo, así pues, de producir o de adquirir
conocimientos, sino también de integrarlos y de darlos a conocer. Tratamos de ser
algo así como artesanos del conocimiento experto, que ponemos a disposición de
la sociedad que nos mantiene.
El documento que aquí se presenta, La gripe aviar: ¿una nueva amenaza pandémica?
pertenece a este género. No pretende aportar novedades científicas, sino ofrecer
conocimientos integrados sobre un tema de justificada preocupación social. El
público al que va dirigido, no es quizá el gran público: no son los centenares de
miles de lectores de periódicos, pero sí los periodistas especializados; no son los
millones de estudiantes de primaria, pero sí sus profesores.
La interrogación que forma parte del título de este documento quiere decir,
simplemente, que los científicos no sabemos si se va a producir una pandemia,
provocada por la llamada gripe aviaria, o no: no somos más fiables que otros
profesionales a la hora de hacer profecías o, mejor dicho, somos tan falibles como
todos los demás. Prediction is very risky, especially about the future, “toda predicción
es muy arriesgada, especialmente sobre el futuro”, y si todos los científicos se hubieran atenido a esta prudente reflexión de Niels Bohr, se habrían evitado
muchas alarmas injustificadas y muchas profecías incumplidas.
Es verdad que no podemos anticipar el futuro, pero sabemos bastantes cosas del
presente, porque continuamente estamos tratando de generar nuevos conocimientos
sobre la realidad. De hecho, lo que hay de cierto sobre, por ejemplo, la gripe aviaria,
lo sabemos nosotros y no los mercaderes, los agoreros o los profetas apocalípticos,
que siempre proliferan en momentos de incertidumbre. Se trata, pues, de un
documento de carácter formativo, educativo y divulgativo, pero de nivel medio,
porque sus contenidos son, con frecuencia, bastante técnicos pero comprensibles.
Como dijo Einstein en cierta ocasión, everything should be made as simple as possible,
but not simpler, “todo debería hacerse lo más simple posible, pero ni una pizca más”.
Esperamos, con todo, que su nivel de tecnicismo no sea un impedimento para que
resulte útil a los lectores a los que va dirigido. Al fin y al cabo, han transcurrido
exactamente cien años desde que la Junta para la Ampliación de Estudios y de
Investigaciones Científicas fue fundada y, afortunadamente, la España de hoy tiene
poco que ver con la de entonces. En gran medida se ha cumplido ya el deseo de su
primer presidente, Santiago Ramón y Cajal, de que “en el más breve plazo posible,
nuestra Patria colabore, en la medida de sus fuerzas mentales y de sus recursos
financieros, en la empresa de la cultura y civilización universales”.