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La industria cervecera produce, entre otros, un residuo que proviene del tratamiento aeróbico en sus plantas de depuración que están constituidas, básicamente, por lagunas de estabilización con aireadores de superficie que promueven su oxigenación. Estas estaciones reciben el agua residual de las diferentes etapas del proceso de fabricación de la cerveza, el agua de lavado del equipamiento, tanques, fondos de cubas, etc. y el agua residual del alcantarillado de la propia fábrica. También se pueden encontrar restos de papeles (celulosa), aminas, fermentos, tierra de diatomeas, y una pequeña cantidad de cerveza que proviene de los intersticios del fermento reciclado y de las botellas que se rompen durante la pasteurización (Braile y Cavalcanti, 1993). Al final del tratamiento aeróbico resulta la formación de un material pastoso, con alto contenido en humedad, de coloración pardusca a negra, de aspecto desagradable y fuerte mal olor, que recibe el nombre de lodo biológico (Braile y Cavalcanti, 1993). La mezcla y tratamiento conjunto de todos estos materiales residuales provoca la presencia de microorganismos patógenos (virus, bacterias, hongos, protozoos y helmintos) en el lodo. Estos pueden sobrevivir suficiente tiempo para desencadenar la contaminación en la cadena trófica (Blum y Feachem, 1985; Pereira-Neto et al., 1987).
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