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La complejidad cognitiva y técnica en que descansa la biotecnología constituye su activo fundamental para explicar el carácter de tecnología horizontal con capacidad para incidir en todos los sectores de la economía -véase por ejemplo Muñoz, 1994a, 1996- pero es al mismo tiempo un obstáculo para desarrollar el discurso de las implicaciones políticas, éticas y sociales que su desarrollo conlleva. La propia complejidad de los problemas que hay que abordar obliga a diversificar los objetos del análisis, aunque esta orientación choque con la que se había seguido hasta ahora para tratar de conocer, representar y afrontar las reacciones de la sociedad en general, y de grupos específicos o determinadas organizaciones políticas, ante las aplicaciones de la biotecnología y, más específicamente de la ingeniería genética, el instrumento técnico más genuino de lo que se ha dado en llamar moderna biotecnología. Es lógico que en las décadas que siguieron a la revolución biológica marcada por la genética, se haya tratado de avanzar en los argumentos de la controversia entre biotecnología, medio ambiente y sociedad con una visión general. En esta línea han venido desarrollándose los estudios sobre percepción pública respecto a la biotecnología, los esfuerzos de los gobiernos para elaborar plataformas de discusión sobre la seguridad de estas tecnologías con un nivel de sofisticación que no se había alcanzado en ningún proceso anterior relativo a la emergencia de nuevas tecnologías, o las iniciativas para establecer regímenes regulatorios para los productos o procesos biotecnológicos, iniciativas que se vienen complementando en los últimos tiempos con esfuerzos de armonización de tales regímenes en un contexto internacional, a la par que se mantiene viva la idea de proceder con ellos de un modo dinámico, tratando de estudiar las adaptaciones necesarias a la luz de la experiencia. Tras los resultados alcanzados desde una orientación globalizadora, parece apropiado en el momento presente, adoptar una estrategia analítica que estudie la problemática de la relación entre biotecnología y sociedad con una aproximación sectorializada, diversificando los problemas concernientes a políticas y regulaciones en función del sector de que se trate: agricultura, alimentación, salud y farmacia, medio ambiente. Esta orientación no está exenta de dificultades, puesto que no se puede dejar de lado el carácter multidisciplinar y horizontal de las aplicaciones biotecnológicas. En efecto, la problemática de la conflictividad social que genera la biotecnología tiene mucho que ver con la situación de conflicto en la que viven las sociedades avanzadas frente a la ciencia y la tecnología. La evolución de las sociedades industriales se encamina hacia la constitución de sociedades que perciben el riesgo, y consecuentemente, promueven la evaluación de los mismos, por lo que, en el ámbito de la biotecnología, defienden el concepto de bioseguridad. Esta situación demanda un ejercicio de reflexión y acción en el terreno de las políticas de gran complejidad y dificultad, puesto que rompe con los moldes tradicionales de la organización de la acción política.