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En los años de la autarquía se pusieron en marcha un conjunto de reglamentaciones que querían "refundar" los centros de investigación con cierta historia, es decir, anteriores a la guerra civil, como por ejemplo, el Instituto Español de Oceanografía, creado en 1914, y reorganizado en diciembre de 1939 y el Instituto Nacional de Técnica Aeronáutica (INTA) en 1942, que era heredero del Laboratorio de Cuatro Vientos creado en 1921. Sin embargo, aquellas ordenaciones hoy nos transmiten la idea, de que lo que predominaba era el deseo de reanudar su actividad, más que decisión de hacer grandes planes o programas. Se trataba de echar a andar, bajo nuevas regulaciones que controlarían el desarrollo de la investigación, para sistematizarla y "aplicarla a desarrollar e independizar la economía nacional y colocar la organización científico-técnica en primer plano de los problemas nacionales"). En la inmediata postguerra se constituyeron un conjunto de organismos aún hoy esenciales (como el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), la JEN (Junta de Energía Nuclear) -hoy CIEMAT (donde se engloban las investigaciones del Estado en materia de fuentes de energía y estudios medioambientales)- y el INTA), así como algunas de las reglas y sistemas de incentivos básicos para el funcionamiento del sistema I+D, que perduraron a lo largo de decenios. A esto habría que sumar, a finales de los años cincuenta, la creación de las nuevas instituciones políticas responsables de la ciencia y la tecnología (la CAICYT -Comisión Asesora Interministerial de Ciencia y Tecnología- y la CDGPC -Comisión Delegada del Gobierno de Política Científica) y los nuevos instrumentos (proyectos de I+D y programas concertados), que terminarían con la hegemonía de los organismos antes citados. |
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