Publicado en E. Lamo de Espinosa y J.E. Rodríguez Ibáñez, comps., Problemas de teoría social contemporánea, 551-590, Madrid: CIS, 1993.
Para la mayor parte de los filósofos de la ciencia de los años 60, el psicoanálisis y el marxismo eran, a veces en competencia con la astrología, los mejores ejemplos de falsas ciencias: una teoría unificada pero que no admite contrastación con los hechos, pues la adecuación de la teoría a la realidad debe ser juzgada por los propios creyentes en la teoría, por la propia comunidad que la mantiene. Lo más paradójico es que cuando Lakatos escribía estas palabras (en 1973) el marxismo atravesaba una fase de hegemonía cultural en los países de la Europa y la América latinas, y había comenzado un notable auge en los medios académicos anglosajones. Y a la vez, sin embargo, nunca había sido tan claro que esta hegemonía y este auge coincidían con un completo caos respecto a lo que pudiera entenderse por marxismo. Las más dispares interpretaciones filosóficas se pretendían marxistas, y un número considerable de autores se atribuían además la única interpretación ortodoxa de la herencia de Marx, con resultados francamente heterogéneos.
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