El Estado del Bienestar español incorpora elementos de las lógicas bismarckiana y beveridgeana y se configura como una ‘vía media’ respecto a otros sistemas de protección social (Moreno, 2001). Se caracteriza por una combinación de prestaciones y servicios sociales tanto generales como selectivos. El factor más relevante que afecta al desarrollo de los servicios del bienestar en España es la descentralización tanto a nivel de elaboración como de implementación de políticas públicas. La distribución territorial del gasto público, así como la adscripción de los funcionarios a los distintos niveles local, autonómico y central son ilustrativas de la magnitud del proceso descentralizador en España.
Como sucede en Grecia, Italia y Portugal, el rasgo estructurante del sistema de bienestar español es el papel desarrollado por la familia y su interpenetración en todas las áreas del desarrollo de las políticas sociales. El modo de interacción de la familia con el estado y los poderes públicos, de una parte, y las instituciones de la sociedad civil, de otra, distingue el funcionamiento de los sistemas de bienestar de la Europa del Sur. Una fuerte microsolidaridad en el seno de las familias manifestada en un generoso apoyo material y afectivo entre sus miembros es responsable en gran medida de un alto nivel de satisfacción vital entre sus ciudadanos.1 Tradicionalmente los gobiernos de los países mediterráneos han dado por descontada la autosuficiencia de los hogares en lo relativo a cuidados personales y apoyo material. Además, la familización de los derechos sociales se refleja en sus ordenamientos jurídicos, con referencias a las obligaciones legales respecto a miembros incluso fuera del hogar. Todo ello ha reforzado un modelo basado en la sobreexplotación de los recursos familiares y, en los últimos tiempos, de aquellos proporcionados por las ‘supermujeres’.
Ponencia presentada en el
Congreso de Servicios Sociales Municipales,
A Coruña
3-5 de mayo, 2006