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El auge de los medios audiovisuales, incluyendo la vertiginosa difusión de Internet, se vincula con frecuencia al fenómeno del desinterés por la política, a la extensión de la desconfianza hacia los gobernantes y los partidos, y al riesgo de desaparición de una ciudadanía informada y preocupada por el interés general y las grandes cuestiones nacionales. En esta nota se pretende argumentar ante todo que esas afirmaciones son muy exageradas, y que los fenómenos en cuestión tienen otro origen, para concluir que la propia acción de los partidos podría contribuir a invertirlos si los estrategas y los candidatos no se dejan llevar por el oportunismo electoral y por la equivocada convicción de que los medios no dejan espacio sino para la política de lo sectorial y lo local, o, peor aún, para una política puramente anecdótica. |
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